martes, 26 de octubre de 2010

Lucas 13, 18-21

En aquel tiempo, Jesús decía: ¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Dijo también: ¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo. 

Palabra del señor 
Gloria a ti señor 
 
Reflexion

Dos parábolas nos trae el Evangelio de hoy. La parábola de la mostaza, que nos hace ver que, siendo algo muy pequeño, llega a hacerse tan grande, que se con-vierte en árbol, y las aves del cielo se cobijan en él. Es el desarrollo del reino. Al comienzo pequeño y casi inadvertido, llega, a la hora de la composición del Evangelio, a ser la grande y visible Iglesia de Dios. Vemos como se acusa preferentemente su fuerza expansiva. Luego la parábola de la levadura, del fermento, con igual procedimiento, acusa la vitalidad y expansión del Reino. Puesto en Israel y en el mundo, su vitalidad lo va extendiendo y fermentando en Cristo. Es así como se destaca la fuerza transformadora del mismo.

En la semilla de mostaza, Jesús emplea este término que era usual en los judíos para comparar las cosas pequeñas, y lo hace así, para decir que el Reino de Dios comenzó modestamente y luego se expandió con gran vigor, igual que la semilla de mostaza o la levadura.

En las cosas sencillas y humildes siempre Dios pone la esperanza en sus hijos, y emplea medios sencillos para llegar hasta él, así fue también como eligió a una humilde y sencilla mujer para encarnar a su Hijo, y en un humilde pesebre fue a nacer, así también se nos hace presente Cristo en la Eucaristía, en pedacito de pan y en un poco de vino, signos de gran sencillez.

Sin embargo a los hombres nos gustan las cosas grandiosas, con exigentes preparativos, especialmente cuando no conocen bien a Dios. Sin embargo Dios no esta interesado en que emprendamos grandes obras para demostrarle nuestro amor, pero nos acoge con cariño con tan solo serle fiel en todo momento.

Una buena enseñanza es nuestra Iglesia, que nació modestamente, con hombres de condición humilde, que habían sido pescadores, y hoy esta por todo el mundo, y pueblos de diferentes costumbres, idiomas y razas la acogen y la engrandecen.

Luego Jesús nos enseña a través de un parábola hogareña, “la levadura fermento todo”, para que nosotros podamos ser como ella, corrompiendo lo que nos hace cómodo, lo que no nos hace crecer, y para que comprobemos la eficacia de los Evangelios, del mismo modo como la levadura fermenta la masa, el mensaje del Evangelio nos fermenta a nosotros, del mismo modo como la levadura penetra en la masa, lo hace el Evangelio en los hombres.

Del mismo modo como se transforma la semilla, también la Palabra del Señor es levadura para transformarnos, así nos quiere decir Jesús como es el Reino de Dios, con fuerza y vigor para extenderse y fermentar y transformar el mundo.

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